Philippe Ariño, un homosexual que apoya a la Iglesia contra el matrimonio gay
Ha escrito varios libros proponiendo la vida de continencia y castidad e intensifica su campaña tras el proyecto de François Hollande.
Ariño se ha posicionado con claridad contra la consideración de las parejas de gays o lesbianas como matrimonio. En su última entrevista, concedida al semanario Famille Chrétienne [Familia Cristiana], le dice con rotundidad al socialista François Hollande: "¡Por favor, ahórrenos esta ley!".
¿Cuáles son sus razones? Según explica en L´homosexualité en verité, su principio antropológico es que la única división fundadora entre los seres humanos es la diferencia de sexos. Por tanto, no existen en sentido estricto ni la homosexualidad ni la heterosexualidad, que son sólo construcciones semánticas que se transforman en construcciones ideológicas con consecuencias sociales de las cuales la última es la pretensión de equiparación con la familia natural.
Ariño recuerda que la palabra homosexualidad sólo existe desde 1869 para designar una bisexualidad de corte libertino, y la palabra heterosexualidad nace en 1890 para designar un "hemafroditismo psíquico" liberador de una sexualidad normativa en aras del amor libre. Rechaza que la homosexualidad sea una "enfermedad": en su opinión, lo que llamamos con esa palabra es una sensibilidad especial y un "deseo herido".
A favor de la posición de la Iglesia Ariño es católico y explica que él canaliza ese deseo y lo sublima ofreciéndolo a Dios viviendo en castidad. La sexualidad no es la genitalidad, y en ese sentido aplaude que la Iglesia haya distinguido siempre entre las tendencias y los actos.
En un artículo publicado en su página web, Ariño considera "absurda" la "oposición" y la "confusión" que algunos intentan promover para presentar a la Iglesia como contraria a los homosexuales, y lamenta que esa incompresión lleve a muchos artistas gays a producir obras que caen directamente en la blasfemia, y a buena parte de esa comunidad a incurrir continuamente en la provocación agresiva.
"La Iglesia católica nunca ha dicho que las personas homosexuales sean pecadoras por ser homosexuales. Al contrario, está deseosa de acoger a las personas que se dicen homosexuales, y distingue tanto entre los actos y las personas, como entre los individuos y sus deseos superficiales", dice.
"Diferenciar entre el ser y el hacer es reconocer la existencia de nuestra libertad, nos salva de negarnos y diabolizarnos a nosotros mismos", continúa: "Sin duda somos siempre reflejo de nuestros actos y responsables de ellos. Pero a los ojos del amor y de la fe, un hombre siempre es más grande que los pecados que comete, por graves y vergonzosos que sean. Para la Iglesia católica, lo que cuentan sobre todo son las personas. Creo que tiene toda la razón del mundo al diferenciar entre la práctica sexual y la identidad sexual: es su empeño en señalar esa frontera el que define el vínculo entre fe y homosexualidad, el que le dice a las personas homosexuales que tienen un lugar en la Iglesia en cuanto hombres donde late un deseo homosexual real y reconocido como tal. La Iglesia no pretende cambiarlas, sólo les pide que pongan su identidad más profunda como hijos de Dios por delante de su identidad secundaria como personas homosexuales".
Las ideas de Philippe Ariño están suscitando un amplio debate tanto en ámbitos cristianos como, en la medida en que no son silenciadas por el lobby LGTB, en la comunidad homosexual, convirtiéndole en un autor de referencia en un momento álgido de polémica en Francia.